
Como dice la canción, ya no sé si el mundo está al revés o soy yo el que está cabeza abajo. Justo en la posición perfecta para descubrir que la magia existe para aquellos ojos dispuestos a verla en toda su plenitud. Pasen y vean…
Hoy como cada mañana en éste pequeño e insólito rincón de África, la ciudad roja amanece para todos y todo parece ser perfecto.
“Abracadabra” y admiramos el anaranjado sol al final de la larga avenida que culmina con la envolvedora y cálida Menara, en donde ni los más desagradecidos ojos osarían desperdiciar un minuto del reflejo del sol en el lago. Un toque de magia en donde la plaza Jamaa el fna se convierte en el irregular ombligo del antiquísimo barrio de la Medina. Un efecto óptico incesante situado en el mismísimo corazón de la tierra de dios. De día se viste discreta. Se la ve somnolienta, se la siente tranquila y se la aspira suavemente…se huele el tagine, el cous-cous. Se percibe el permanente olor del té con menta y el característico olor del ras al hanut, toda una explosión para nuestros inexpertos sentidos. Pero suyo es el momento culminante al caer la noche, cuando se disfraza con el denso humo que los múltiples e incontables puestos de comida desprenden. Al divertirse bailando al son del Chaabi y de la hipnotizante melodía de las flautas encantadoras de serpientes. Al admirar con dilación a los malabaristas y faquires en todo un espectáculo de sonidos, olores y colores. Sí, al hacer todo aquello que nuestra madre nos leía al acostarnos.

Lo que ella nos ocultaba es que estas palabras son mágicas y tan solo viven en los cuentos y en aquellos ojos que puedan ver que toda virtud tiene un defecto, toda magia un desencantamiento y que nada es raro sino distinto. Que aladín jamás podría ser un príncipe y que Jasmine es tan solo una entre un millón. Callaba que Abú es la representación de la esclavitud monicaca y que Jafar, sería el menor de los problemas en un lugar con éste. Silencio acerca de un mundo en donde los niños venden galletas en vez de untarlas en leche antes de acostarse, en donde la negociación no es un juego al que puedas perder, si no una ley que debes cumplir si quieres vivir. Allí donde el mercado engañoso es sustituido por la coacción, envenenada de palabras insaciables porque lo justo es el beneficio a cualquier precio. Ignorantes del valor de quince horas de trabajo remuneradas con poco más que nada. Impotentes ante su impotencia, porque ellos no tienen elección sino un cometido.
Lo único que les queda es su todo, la plenitud de las estrellas en lo alto del firmamento al anochecer y el sosiego de los primeros rayos del sol al llegar el alba. Su querido Sahara en donde habitan los Imazighen, “los hombres libres” del desierto, aquellos que viven el tiempo en vez de medirlo. Las áridas y salvajes montañas junto con los espinosos arganes. Les queda seguir siendo pobres en su grandeza y luchar cada día por lo que son, una de las grandes maravillas del mundo. Al fin y al cabo nadie les dijo que la vida fuera fácil, pero se prometen a sí mismos que vale la pena vivirla.
¿Cuántos Dirhams cuesta la satisfacción de no tener nada más que un gran corazón?
Lara Pérez,
Marrakech-Diciembre 2010
Bellísimas palabras y bella experiéncia Lara. Enhorabuena.
ResponderEliminar(Taty)